Oído Nariz y garganta
La exploración de los oídos, la nariz y la garganta aporta información sobre su integridad y funcionamiento, así como sobre los aparatos respiratorio y digestivo, al estar relacionados. Los sentidos del olfato, del oído, del equilibrio y del gusto se asocian, asimismo, a los oídos, a la nariz y a la boca.
ANATOMÍA Y FISIOLOGÍA
Oídos y audición El oído es el órgano de los sentidos que identifica, localiza e interpreta el sonido y ayuda a mantener el equilibrio. Se divide en oído externo, medio e interno
El conducto auditivo externo, presenta una piel recubierta de cartílago. La oreja, que se expande ligeramente desde el cráneo hacia fuera, se dispone en un plano casi vertical. Se representan sus puntos de referencia anatómicos. El conducto auditivo externo es un canal en forma de S que comunica con el oído medio; en los adultos mide aproximadamente 2,5 cm. Su estructura ósea y cartilaginosa está cubierta de una piel fina y sensible. Este revestimiento del conducto está protegido por cerumen, secretado por glándulas apócrifas en el tercio distal del conducto. El cerumen aporta un pH ácido, que inhibe el crecimiento de microorganismos.
El oído medio es una cavidad llena de aire en el hueso temporal. Contiene los huesecillos, tras pequeños huesos interconectados (martillo, yunque y estribo) que transmiten el sonido desde la membrana timpánica a la ventana oval del oído interno. Las células llenas de aire del área mastoidea del hueso temporal se hallan en continuidad con el oído medio. La membrana del tímpano, rodeada de una formación anular densa (anillo), separa el oído externo del medio. Es cóncava y está en contacto en su parte central (ombligo) con el martillo. La membrana es translúcida, por lo que permite la visualización del oído medio, incluido el martillo. Su posición oblicua con respecto al conducto auditivo y su forma cónica son responsables del reflejo luminoso en forma triangular. La mayor parte de la membrana timpánica se mantiene tensa (porción tensa), aunque la parte superior (porción flácida) es más laxa. La mucosa del oído medio produce una pequeña cantidad de moco, que es rápidamente eliminada por la acción ciliar de la trompa de Eustaquio, un trayecto óseo, fibroso y cartilaginoso que une el oído medio con la nasofaringe. La trompa de Eustaquio drena la cara posterior del cornete inferior de la nariz. Los músculos abren brevemente este conducto (durante la deglución, al bostezar o al estornudar) para limpiar las secreciones del oído medio e igualar la presión del oído medio con la atmosférica. La equiparación de la presión en este permite que la membrana timpánica vibre libremente. El oído interno es una cavidad curvada membranosa localizada en el interior de un laberinto óseo, formado por el vestíbulo, los conductos semicirculares y el caracol o cóclea. El caracol es una estructura espiral que contiene el órgano de Corti y transmite los impulsos sonoros al par craneal VIII.
Los conductos semicirculares contienen los órganos terminales de la función vestibular. Los receptores del equilibrio contenidos en los conductos semicirculares y el vestíbulo del oído interno responden a los cambios de dirección del movimiento y envían señales al cerebelo para el mantenimiento del equilibrio. La audición es la interpretación de las ondas sonoras por parte del cerebro. Dichas ondas se desplazan a través del conducto auditivo interno y golpean la membrana del tímpano, que entra en vibración. El martillo, unido a la membrana timpánica y a los huesecillos conectados a él en serie, el yunque y el estribo, entran también en estado vibratorio. Las vibraciones pasan a través del estribo a la membrana oval del oído interno
Nariz, nasofaringe y senos
La nariz y la nasofaringe aportan la vía de paso para el aire inspirado, humidifican, filtran y calientan el aire inspirado, identifican olores y aportan resonancia al aire de la laringe. La nariz externa está formada por hueso y cartílago recubiertos de piel. Los orificios nasales, las aberturas anteriores de la nariz, están rodeadas por las alas cartilaginosas de la nariz y la columela. Los huesos frontal y maxilar forman el puente de la nariz. El suelo nasal está formado por el paladar duro y blando, mientras que el techo lo constituyen los huesos frontal y esfenoides. La nariz interna está revestida por una membrana mucosa vascular con un recubrimiento grueso de pelos y secreciones mucosas, que retienen los residuos y bacterias del aire inspirado a la nasofaringe para la deglución o la expectoración. El moco contiene inmunoglobulinas y enzimas, que sirven como protección ante posibles infecciones. Los receptores del olfato se sitúan en el epitelio olfatorio. La nariz interna queda dividida por el tabique nasal en dos cavidades: los vestíbulos. El aire inspirado entra en la nariz a través de los orificios nasales y pasa a través de los vestíbulos a las coanas, aberturas posteriores que dan acceso a la nasofaringe. La lámina cribosa, que alberga las terminaciones sensoriales del nervio olfatorio, se localiza en el techo de la nariz
Boca y oro faringe
La boca y la oro faringe liberan aire para la vocalización y para la espiración. También permiten el paso de los alimentos, los líquidos y la saliva (ya sea para la deglución o para el vómito); inician la digestión mediante la masticación de los alimentos y la secreción de las glándulas salivales e identifican los sabores. La cavidad oral está dividida en la boca y el vestíbulo, el espacio comprendido entre la mucosa oral y la superficie externa de los dientes y las encías. La boca, en la que se alojan la lengua, los dientes y las encías, es la abertura anterior de la orofaringe. El arco óseo, constituido por los paladares duro y blando fibroso, forma el techo de la boca. La úvula cuelga desde el borde posterior del paladar blando
Por su parte, el tejido laxo y móvil que cubre el hueso de la mandíbula forma el suelo de la boca. La lengua está fijada en la parte posterior de la cavidad oral por su base y al suelo de la boca por el frenillo. La superficie dorsal de la lengua se encuentra recubierta por una membrana mucosa gruesa, que da soporte a las papilas filiformes. Las papilas fungiformes (receptores del gusto) se encuentran dispersas entre las papilas filiformes de la lengua, con zonas específicas sensibles a los cinco sabores básicos: dulce, amargo, salado, ácido y umami (saborizante). La superficie ventral de la lengua tiene venas visibles y pliegues fimbriados (proyecciones a modo de flecos de la mucosa fina)
Las glándulas salivales parótidas, submandibulares y sublinguales se localizan en tejidos que rodean la cavidad oral. La saliva que secretan inicia la digestión y humedece la mucosa. Los conductos de Stensen son vías de salida de las glándulas parótidas que se abren a la mucosa oral en oposición al segundo molar a cada lado del maxilar superior. Los conductos de Wharton, vías de salida de las glándulas submandibulares, se abren a los lados del frenillo lingual. Por último, las glándulas sublinguales presentan varios conductos situados a lo largo de los pliegues sublinguales. Las encías, constituidas por tejido fibroso recubierto de membrana mucosa, están unidas directamente a los dientes, así como al maxilar superior y a la mandíbula. Las raíces de los dientes se encuentran adheridas a los surcos alveolares del maxilar superior y a la mandíbula. Las coronas dentales, recubiertas de esmalte, son visibles en la exploración. Los adultos suelen tener 32 piezas dentales
La oro faringe, situada en continuidad de la nasofaringe, aunque por debajo de ella, está separada de la boca por los pilares amigdalinos bilaterales anterior y posterior. Las amígdalas, localizadas en la cavidad entre dichos pilares, presentan criptas en las que se acumulan residuos celulares y partículas de alimento. La deglución se inicia cuando el alimento es forzado por la lengua a moverse hacia la faringe. Los músculos faríngeos se contraen y evitan el movimiento del alimento hacia la nasofaringe, mientras que la respiración se inhibe cuando la epiglotis se cierra. A continuación, el alimento es impulsado hacia el esófago.
Lactantes y niños
Debido a que el desarrollo del oído interno se produce durante el tercer trimestre del embarazo, las lesiones del feto durante este período pueden deteriorar la función auditiva. El conducto auditivo externo del lactante es más corto que el del adulto y presenta una curvatura ascendente. La trompa de Eustaquio del lactante es proporcionalmente más ancha, más corta y más horizontal que la del adulto, lo que permite un reflujo más fácil de las secreciones nasofaríngeas. A medida que el niño crece, la trompa de Eustaquio se alarga y su orificio faríngeo se desplaza en sentido inferior. El crecimiento del tejido linfático, especialmente del adenoides, puede ocluir la trompa de Eustaquio e interferir en la ventilación del oído medio y predisponer a los niños pequeños a sufrir derrames del oído medio. Aunque los senos maxilares y etmoidales están presentes en el nacimiento, en ese momento son muy pequeños. Los senos esfenoidales aparecen hacia los 5 años de edad, mientras que el desarrollo de los frontales comienza hacia los 7 u 8 años y se completa durante la adolescencia. Durante la infancia pueden producirse infecciones de los senos paranasales. La salivación aumenta a los 3 meses de edad y, desde entonces, el niño babea más hasta que aprende a tragar. Los 20 dientes deciduos suelen erupcionar entre los 6 y los 24 meses de edad. La dentadura permanente comienza a formarse en la mandíbula en torno a los 6 meses de vida.
Mujeres gestantes
Los niveles elevados de estrógenos producen un aumento de la vascularización de las vías respiratorias altas. Los capilares de la nariz, la faringe y la trompa de Eustaquio se hinchan, lo que da lugar a síntomas de oclusión nasal, deterioro del olfato, epistaxis, sensación de plenitud en los oídos y pérdida de audición. También pueden producirse un incremento de la vascularización y la proliferación de tejido conjuntivo en las encías. Asimismo, los cambios laríngeos son inducidos hormonalmente, por lo que puede registrarse carraspera, voz profunda o quebrada, cambios vocales o tos persistente.
Adultos mayores
En torno a un tercio de los adultos mayores de 65 años experimentan pérdida de audición. La relacionada con la edad se asocia a degeneración de las células pilosas del órgano de Corti, pérdida de neuronas auditivas corticales y del órgano de Corti, degeneración de la membrana conductora coclear y disminución de la vascularización del caracol. La pérdida de audición neurosensorial se produce, en primer lugar, para los sonidos de alta frecuencia y va progresando hasta afectar también a los de frecuencia baja. La falta de percepción de estos últimos suele interferir en la comprensión del habla y en la localización del sonido. La pérdida de audición conductiva puede deberse a un exceso en el depósito de células óseas en la cadena de huesecillos, lo que produce fijación del estribo en la venta oval, impactación de cerumen o membrana timpánica esclerótica. El deterioro del sentido del olfato se debe a una pérdida de neuronas sensitivas olfatorias, la cual se inicia en torno a los 60 años de edad.
El sentido del gusto comienza a deteriorarse a partir de los 50 años, cuando empiezan a disminuir el número de papilas gustativas y la secreción de las glándulas salivales, por lo que se reduce, asimismo, la percepción de las sensaciones dulces. No obstante, la variabilidad en el grado de deterioro del olfato y del gusto es amplia. La formación de cartílago en los oídos y en la nariz continúa, lo que conduce a que las orejas y la nariz se hagan más prominentes. Los tejidos blandos de la boca cambian a medida que el revestimiento granular de los labios y de las mejillas se hace más pronunciado. El tejido gingival puede retraerse y hacerse más vulnerable a los traumatismos, lo que da lugar a que los dientes se erosionen más en la línea gingival. La lengua se torna más fisurada. Los adultos mayores pueden ver alterada la función de la lengua, lo que induce problemas de deglución. En ocasiones, la producción de saliva disminuye como consecuencia de enfermedades o por el uso de fármacos (p. ej., anticolinérgicos o diuréticos). La pérdida de piezas dentales contribuye a la introducción de cambios en la dieta o a maloclusión y dificulta la masticación. La sensibilidad a los olores y los sabores disminuye.
Antecedentes de la enfermedad actual
• Dolor de oídos
• Inicio, duración y evolución
• Infección de las vías respiratorias altas concurrente, práctica frecuente de natación, traumatismo craneal, síntomas relacionados en la boca, los dientes, los senos, la garganta o la articulación temporomandibular
• Síntomas asociados: dolor, fiebre, secreción (p. ej., cérea, serosa, mucoide, purulenta, sanguinolenta), prurito, pérdida de audición, pitidos en los oídos, vértigo, asociación con práctica de buceo o vuelos en avión
• Vértigo (falsa sensación de movimiento) • Momento de inicio, momento del día en el que se produce, duración, circunstancias, ataques pasados • Descripción de la sensación (movimiento alternativo o rotatorio: percepción de que la habitación se mueve o de giro del paciente), cambio en la percepción espacial al darse la vuelta en la cama o al torcer la cabeza; mejores y peores posturas • Síntomas asociados: náuseas, vómitos, acúfenos, pérdida o cambios auditivos, cefalea, doble visión, taponamiento de los oídos • Inestabilidad, pérdida del equilibrio, caídas
Antecedentes médicos
• Enfermedad sistémica: hipertensión, enfermedad cardiovascular, diabetes mellitus, nefritis, trastornos hemorrágicos, enfermedad gastrointestinal, esofagitis por reflujo, asma
• Oídos: infecciones frecuentes durante la infancia; cirugía; laberintitis; uso de antibióticos, dosis y duración
• Nariz: traumatismo, cirugía o sangrado crónico
• Senos: goteo pos nasal crónico, sinusitis recurrente o crónica, alergias
• Garganta: infecciones estreptocócicas frecuentes documentadas, amigdalectomía, adenoidectomía
• Antecedentes familiares
• Problemas auditivos o pérdida de audición,enfermedad de Ménière
• Alergias • Nefropatía hereditaria
Antecedentes personales y sociales
• Riesgos ambientales: exposición a ruidos altos continuados (fábricas, aeropuertos, escuchar música con auriculares: asociado a pérdida auditiva); uso de dispositivos protectores de la audición
• Nutrición: ingesta excesiva de azúcar, alimentos ingeridos (asociados a caries)
• Pautas de higiene oral: cepillado de dientes y uso de hilo dental; última visita al dentista; estado actual de los dientes; férulas, puentes, coronas, uso de protector bucal
• Consumo de tabaco: de pipa, cigarrillos, puros, mascado; cantidad diaria y número de paquetes al año (asociado a cáncer oral)
• Consumo de alcohol
• Consumo de cocaína por vía nasal
Lactantes y niños
• Prenatal: infección perinatal, irradiación, consumo de alcohol o drogas, hipertensión, Rh incompatible o diabetes
• Prematuridad: peso al nacer menor de 1.500 g, ventilación mecánica prolongada, anoxia, uso de fármacos ototóxicos
• Bilirrubina sérica mayor de 20 mg/100 ml
• Infección: meningitis, encefalitis, episodios recurrentes de otitis media aguda con o sin implantación de un tubo de timpanostomía, episodios prolongados de otitis media con derrame, parotiditis unilateral
• Exposición secundaria al humo de tabaco, niños cuidados en guarderías (asociada a otitis media), hermanos en el domicilio
• Defectos congénitos: paladar hendido, atresia o estenosis coanal, otras anomalías craneofaciales, ronquidos
• Juego con objetos pequeños (de fácil introducción en nariz y oídos)
• Comportamiento indicativo de pérdida de audición: falta de reacción cuando se le llama por el nombre o a la voz de los cuidadores, retraso en el lenguaje (ausencia de balbuceo a los 6 meses de vida), ausencia de lenguaje comunicativo y renuencia a la gestualidad después de los 15 meses de edad, falta de atención en comparación con otros niños de la misma edad
• Fracaso del dominio del lenguaje en la herramienta de cribado del desarrollo; fallo en el cribado de la audición
• Higiene dental: suplementos de flúor o agua fluorada; antes de dormir, el niño toma un biberón de leche o zumo; fecha de erupción del primer diente; número de dientes erupcionados; el niño se chupa el pulgar; uso de chupete
Oídos y audición Oído externo
Inspeccione el tamaño, la forma, la simetría, los puntos de referencia anatómica, el color y la posición en la cabeza de las orejas. Explore las superficies lateral y medial y el tejido circundante, y tome nota del color y de la presencia de lesiones deformidades o nódulos. La oreja debe presentar el mismo color que la piel de la cara, sin manchas, quistes, lesiones, deformidades o nódulos. En el área preauricular no debe haber excrecencias, discontinuidades o secreciones. El tubérculo de Darwin, un engrosamiento que aparece a lo largo del borde superior del hélix, es una variante previsible. Pólipos fibroepiteliales preauriculares y fositas preauriculares, delante de la oreja en el lugar donde se origina la parte superior del pabellón auricular, son otras variantes esperadas. El color de la oreja puede variar en determinadas alteraciones. Por ejemplo, una coloración azulada indica a veces cierto grado de cianosis. La palidez o el enrojecimiento excesivos son, en ocasiones, consecuencia de inestabilidad vasomotora. La congelación da lugar a palidez extrema. La forma o el tamaño inusuales de las orejas pueden ser un rasgo de tipo familiar o bien indicar algún tipo de anomalía. La oreja en coliflor es secundaria a un traumatismo contuso y a necrosis del cartílago subyacente
Nariz, nasofaringe y senos
Nariz externa Inspeccione posible desviaciones de forma, tamaño y color de la nariz. Observe los orificios nasales para detectar secreción, ensanchamientos o estrechamientos. La piel debe estar lisa, sin inflamaciones, y ser acorde al color del resto de la cara. La columna ha de situarse exactamente en la línea media y su anchura no debe exceder el diámetro de uno de los orificios nasales. Estos suelen ser de forma oval y tener una posición simétrica. Una depresión del puente de la nariz o una deformidad nasal en silla de montar pueden ser consecuencia de una fractura del hueso nasal o de una inflamación previa del cartílago de la nariz. El ensanchamiento nasal se asocia a dificultad respiratoria, mientras que el estrechamiento de los orificios nasales en la inspiración en ocasiones es indicativo de obstrucción nasal crónica y respiración por la boca. Una arruga transversal en la unión entre el cartílago y el hueso de la nariz a veces es sugestiva de prurito nasal crónico y alergias. Cuando hay secreción, se ha de describir su carácter (p. ej., acuosa, mucoide, purulenta, con costras o sanguinolenta), su volumen y color, y si es unilateral o bilateral. Entre las potenciales alteraciones asociadas a las características de la secreción nasal se cuentan las siguientes:
• Alergia: secreción acuosa bilateral, y estornudos y congestión nasal asociados
• Epistaxis o traumatismo: secreción sanguinolenta
• Rinitis o infección de las vías respiratorias altas: secreción bilateral mucoide o purulenta
• Cuerpo extraño: secreción unilateral, purulenta, densa, verdosa y con mal olor
• Fuga de líquido cefalorraquídeo: secreción acuosa unilateral después de un traumatismo craneal Palpe el puente y los tejidos blandos de la nariz.
Cavidad nasal
Utilice un espéculo nasal y una fuente de luz adecuada para inspeccionar la cavidad nasal. Sostenga el espéculo con la palma de una mano. Utilice la otra para modificar la posición de la cabeza del paciente. Introduzca el espéculo lentamente y con precaución. No sobredilate el orificio nasal ni toque el tabique para evitar producir dolor al paciente. Inspeccione el color de la mucosa nasal y la presencia de secreciones, masas, lesiones e inflamación de los cornetes . En el tabique nasal, evalúe la alineación y las posibles perforaciones, hemorragias y costras. Mantenga erguida la cabeza del paciente para explorar el vestíbulo y el cornete nasal inferior. Incline la cabeza del paciente hacia atrás para visualizar el meato y el cornete medios. A continuación, desplace con cuidado el extremo del espéculo hacia la línea media a fin de explorar el tabique. Solo serán visibles los cornetes inferiores y medio. Repita la maniobra en el otro orificio.
Senos
Senos Inspeccione las áreas de los senos frontales y maxilares para detectar una posible inflamación de los mismos. Para palpar los senos frontales utilice los pulgares, presionando sobre la ceja ósea a ambos lados de la nariz. A continuación, presione sobre las apófisis cigomáticas, y emplee los pulgares o los dedos medio e índice de cada mano para palpar los senos maxilares. No deben registrarse sensibilidad dolorosa ni inflamación de los tejidos blandos. Ambas son indicativas de infección u obstrucción
Boca y orofaringe
Labios
Efectúe la inspección y la palpación de los labios mientras el paciente permanece con la boca cerrada para valorar la simetría, el color, y las anomalías superficiales y edema posibles. El color de los labios debe ser rosado en individuos de raza blanca y más azulada en individuos de piel oscura. Ha de encontrarse simetría labial, tanto en reposo como en movimiento. No debe haber lesiones que interrumpan la distinción entre el borde libre de los labios y la piel de la cara. La superficie de la piel labial debe ser lisa y no presentar lesiones. Los labios secos y agrietados (queilitis) pueden tener su causa en la deshidratación por exposición al viento, en el uso de dentaduras postizas o de aparatos de ortodoncia, o en la acción repetida de lamerse los labios. Las grietas profundas en las comisuras de la boca (queilosis) pueden indicar una deficiencia de riboflavina o un defecto de sobremordida, que permite que la saliva macere los tejidos. La hinchazón de los labios puede deberse a una infección o a alergia (angioedema). La palidez labial se asocia a anemia, mientras que la palidez peribucal se relaciona con escarlatina. La cianosis (labios azulados o morados) es consecuencia de la hipoxia asociada a un problema respiratorio o cardiovascular. La presencia en los labios y en la mucosa oral de manchas grises azuladas, redondas, ovales o irregulares se asocia a síndrome de Peutz-Jeghers. Las lesiones, las placas, las vesículas, los nódulos y las ulceraciones pueden ser un signo de infecciones, irritación o cáncer de piel
Mucosa oral, dientes y encías
Pida al paciente que apriete los dientes y sonría, de manera que usted pueda valorar la oclusión dental. Con esta maniobra también se valora el nervio facial (par craneal VII). La oclusión dental es adecuada cuando los molares superiores encajan en los surcos de los molares inferiores, y los premolares y caninos coinciden plenamente. Son signos de maloclusión y de problemas de mordida la protrusión de los incisivos superiores (sobremordida), la protrusión de los incisivos inferiores, o la ausencia de solapamiento de los incisivos superiores en relación con los inferiores (mordida cruzada) o de coincidencia de molares (mordida abierta). Pida al paciente que se quite cualquier posible aparato dental removible y que abra parcialmente la boca. Con un depresor lingual y una fuente de luz intensa, realice la inspección de la mucosa oral, de las encías y de los dientes. La membrana mucosa debe tener un color rojo-sonrosado, ser lisa y estar húmeda. El conducto de Stensen debe observarse como una protrusión rosa blanquecina o amarilla blanquecina aproximadamente en línea con el segundo molar superior. Cuando observe hinchazón en torno al conducto de Stensen, póngase guantes para presionar el tejido hacia el mismo. Cabe esperar una pequeña cantidad de saliva transparente.
Cavidad oral
Efectúe la inspección del dorso de la lengua y tome nota de si existe hinchazón, variación del color o del tamaño, revestimiento o ulceraciones. Pida al paciente que extienda la lengua hacia fuera mientras observa si existe desviación, temblor o limitación del movimiento. El procedimiento también sirve para valorar el nervio hipogloso (par craneal XII). La lengua en protrusión debe mantenerse en la línea media. No deben observarse atrofia ni fasciculaciones. La desviación hacia un lado es sugestiva de atrofia de la lengua y del nervio hipogloso afectado. La lengua ha de tener un color rojo mate, está húmeda y brillante. La superficie de su porción anterior es lisa pero se vuelve áspera por la presencia de papilas y pequeñas fisuras. La porción posterior debe presentar arrugas o una superficie lisa pero ligeramente irregular, con una mucosa más fina que la de la porción anterior. La lengua geográfica presenta círculos superficiales denudados o áreas irregulares con exposición de las puntas de las papilas. Una lengua roja y lisa, de aspecto viscoso (glositis), puede ser indicativa de deficiencia de vitamina B12. La lengua vellosa con papilas largas de color marrón amarillento a negro en el dorso es, en ocasiones, consecuencia de un tratamiento antibiótico. Pida al paciente que toque con la punta de la lengua el paladar directamente por detrás de los incisivos superiores. Realice la inspección del suelo de la boca y de la superficie ventral de la lengua en busca de hinchazón y varicosidades, y observe, asimismo, el frenillo, el surco sublingual y los conductos de Wharton. La superficie ventral de la lengua debe ser rosa y lisa, con gruesas venas entre el frenillo y los pliegues fimbriados. Los conductos de Wharton son visibles a cada lado del frenillo. Cuando el conducto de una glándula salival sublingual está obstruido, en el suelo de la boca puede verse una ránula (mucocele). Las lesiones en la lengua pueden deberse a un proceso infeccioso
Oro faringe
Realice la inspección de la orofaringe utilizando un depresor lingual para bajar la lengua. Observe los pilares amigdalinos, tome nota del tamaño de las amígdalas, si existen, así como de la integridad de la pared retrofaríngea. Las amígdalas, generalmente del mismo color rosado que la faringe, deben encajar dentro de los pilares amigdalinos. Igualmente, pueden presentar criptas, donde se depositan detritos celulares y partículas alimentarias. Si están enrojecidas, hipertrofiadas y cubiertas de exudado, es posible que exista una infección
No hay comentarios:
Publicar un comentario